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Unidos |
Omar Rivera, invidente, bajó
71 pisos gracias a «mi jefa y a mi perro labrador,
que no me abandonaron»
BOGOTÁ. Agencias
En situaciones tan desesperadas como la tragedia de
Manhattan y Washington es cuando la solidaridad
alcanza sus cotas más elevadas. Este el caso de la
historia con final feliz del invidente colombiano Omar
Eduardo Rivera, ingeniero que trabajaba en el piso 71
de la torre norte del World Trade Center. Rivera salvó
su vida gracias a su jefa, Ann, y a su fiel perro
lazarillo «Tops», un labrador retriever dorado,
ejemplar que, según los expertos y por instinto, da
la vida por su amo.
«¡QUÉ DIABLOS HACE UN AVIÓN ACÁ!»
Rivera llegó temprano a su trabajo: «Me
sorprendí a las 8,44 de la mañana a los gritos de:
«¡Qué diablos hace este avión acá!». Un poco más
tarde hubo un impacto, unos cinco o seis pisos más
arriba de nuestras oficinas. Era un ruido tan fuerte
que lo escuché como en mi oído. El edificio comenzó
a estremecerse. Salimos a buscar las escaleras de
emergencia. Estábamos en el piso 71. Yo tomé el
brazo izquierdo de Ann y con mi mano derecha me agarré
al perro. En medio de los pedazos de vidrio que caían,
del agua y la gasolina yo me quedé pensando qué era
lo que debía hacer y lo mejor era evacuar como
hicimos en múltiples simulacros. El respirar ya era
una dificultad y el olor a gasolina era evidente.
Estaba comenzando a pasar por distintos pisos y era
intenso. Y eso con el pánico que se creó en el
descenso de las escaleras hizo complicada la evacuación.
Tuvimos muchos problemas y confusión. Arriba había
mucho humo y seguía el olor a gasolina. Empezó a
cundir el pánico y algunas personas trataban de coger
el primer lugar para evacuar, pero en realidad
considero que hubo bastante prudencia. El edificio no
estaba tambaleante, pero proseguían los ruidos de
vidrios y cristales que se quebraban. A la altura de
los pisos 64 o 65 escuchamos otro impacto muy fuerte.
Mi impresión en ese instante era que una parte del
edificio se había desprendido». Ese momento
corresponde al segundo avión que estrellaron los
terroristas contra la Torre Sur. «Le dije a mi compañera
que el edificio iba a colapsar -continúa su relato
Omar Rivera-. Ella me dijo que no mencionara eso, que
siguiéramos y que no me soltara de su mano. Sentía
que las escaleras comenzaban a fallar, que resbalaban
pero a pesar de todo mi perro «Tops» seguía a mi
lado». En el piso 64 soltó la correa de su perro,
pero «Tops» se mantuvo a su vera en todo momento y
peldaño a peldaño le guió en el descenso de los 71
pisos.
UN DESCENSO DE 75 MINUTOS
Omar, su jefa Ann y su perro labrador
tardaron en bajar los 71 pisos una hora y quince
minutos, un suspiro antes de que se derrumbara la
Torre Sur del World Trade Center. Cuando salieron a la
calle «ya había gente pidiendo auxilio, el edificio
número dos en la parte sur ya principiaba a
colapsarse, se escuchaba el estrépito de esas paredes
quebrándose y el grito de la gente y, justo cuando
salimos, el edificio de 110 pisos ya comenzaba a
desplomarse como un castillo de naipes». «Yo sabía
en mi corazón que ese edificio se iba a caer y que
todo era cuestión de tiempo. Pensaba en Dios y le pedía
que me diera licencia para salir del edificio, que me
diera el privilegio de seguir viviendo. En ese momento
todo es confusión, pensaba en mi esposa, mis hijas,
en mi madre y solamente rezaba. »Tops» nunca ladró
y creo que por alguna razón comprendía lo que sucedía»,
concluyó Rivera que se salvó de la catástrofe
resguardándose en una boca de metro.
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INTERNACIONAL
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Un
ciego escapó del Word Trade Center "con la ayuda de Dios''
y orientado por su perro lazarillo, "Tops''
W. S. A. (NUEVA YORK)
"Sólo Dios me sacó del edificio.'' Estas palabras son lo
suficientemente significativas para expresar todo por lo que pasó
el arquitecto colombiano Omar Ribera, invidente, en la mañana
del pasado martes, cuando impactó el primer avión en las
Torres Gemelas.
Omar bajó andando los 71 pisos
que le separaban de una muerte segura con la ayuda de su
lazarillo y de una compañera de oficina.
Omar Ribera, de 41 años y
nacionalidad colombiana, consiguió salvarse tras el impacto del
primer avión suicida. Este invidente, que trabajaba como
ingeniero en la planta 71 de la torre, fue salvado por su perro
lazarillo, Tops, y una compañera de trabajo que le ayudó a
bajar a la calle, según indicó en una entrevista en Radio
Caracol de Colombia.
Omar Ribera trabajaba en el
Departamento Tecnológico de Servicio de Información de Nueva
York, junto a otros 300 empleados, en su mayoría desaparecidos.
Ribera explicó que tardaron una
hora y diez minutos en bajar las escaleras y salir del edificio
debido a la gran cantidad de gente que intentaba huir
"presa del pánico''.
El ingeniero apuntó que Tops no
le abandonó en ningún momento y que "no ladró'' a pesar
de la confusión y del humo que envolvía el edificio y que
dificultaba la respiración.
Una vez en la calle, Rivera, la
compañera de trabajo y Tops empezaron a correr, ya que el
segundo impacto contra la otra torre ya se había producido.
"La angustia y la confusión en la calle era monumental. La
gente gritaba, las paredes comenzaron a caer y todo estaba a
punto de derrumbarse. Sólo Dios me sacó del edificio'', añadió
el arquitecto invidente.
Omar es absolutamente consciente
de que el martes a primera hora de la mañana -por la tarde en
España- volvió a la vida y sabe que esa experiencia no la
olvidará jamás.
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La
ayuda animal
Un perro labrador salvó a un invidente colombiano
Un ingeniero colombiano invidente que trabajaba en el piso 71 de una de
las Torres Gemelas se salvó de morir el martes gracias a Salty ,
su perro lazarillo, que le ayudó a descender las escaleras y alcanzar
la calle. Omar Eduardo Rivera, bogotano de 44 años, contó que al oír
los violentos choques, el perro-guía, de la raza labrador, se levantó
y salió fuera de la oficina, de forma nerviosa, mientras se escuchaban
pedazos de vidrio cayendo. Rivera precisó que para la evacuación, por
las escaleras de emergencia, necesitó una hora y 15 minutos.
Un perro guió a un
ciego entre el humo y le ayudó a bajar 71 pisos en una hora
Los ciudadanos que escaparon de las Torres Gemelas relatan
su odisea entre el fuego
N.
Caralps/M. Fonseca | Madrid.
Miles de personas que estaban en las Torres Gemelas cuando se produjo el
doble atentado comienzan a ser conscientes de que se han librado de la
muerte por minutos. La prensa norteamericana se hace eco estos días de
sus testimonios. Algunos rozan el milagro.
Omar Rivera, un ingeniero colombiano invidente de 40 años de edad, que
trabajaba en la torre que recibió el primer impacto, logró escapar del
piso 71, planta en la que trabajaba, gracias a la ayuda de su perro Tops,
un labrador. Rivera bajó los 71 pisos acompañado de una compañera de
trabajo que le dio la mano en todo momento.
Rivera explicó en un entrevista a Radio Caracol, que tardaron una hora y
diez minutos en bajar las escaleras y salir del edificio debido a la gran
cantidad de gente que intentaba huir «presa del pánico».
El ingeniero contó que Tops no le abandonó en ningún momento y que «no
ladró» a pesar de la confusión y del humo que envolvía el edificio y
dificultaba la respiración.
El ciudadano colombiano trabajaba en el Departamento Tecnológico de
Servicios de Información de Nueva York, una oficina con más de 300
empleados. La mayoría permanecen desaparecidos.
Una vez en la calle, Rivera, la compañera de trabajo y Tops empezaron a
correr. Ya se había producido el segun impacto contra la otra torre. «La
angustia y la confusión en la calle era monumental. La gente gritaba, las
paredes comenzaron a caer y todo estaba a punto de derrumbarse. Sólo Dios
me sacó del edificio», añadió.
Un matrimonio neoyorquino relataba al The Wall Street Journal las
horas más angustiosas de su vida. Pat y Lillian Vallone estaban en casa
cuando el primer avión impactó contra la torre norte. Francesca, su
hija, había salido media hora antes hacia un edificio situado al lado del
complejo. Su padre Pat Vallone estaba pegado a los prismáticos, mirando
incendiarse las torres desde su terraza, cuando sonó el teléfono, según
el diario.
Desde el Pentágono, su hijo Joe, que trabaja como especialista de
tecnologías del ambiente, quería saber qué le había sucedido a su
hermana. «No lo sé», respondió entre lágrimas Lillian Vallone.
ANGUSTIA. Joe intentó sin éxito llamar a su hermana y después
volvió a telefonear a su madre. «Estoy seguro de que Francesca está
sana y salva», alcanzó a decirle, cuando se escuchó una explosión que
cortó la comunicación. Un avión acababa de estrellarse contra una de
las fachadas del Pentágono.
«¿Qué pasa, qué pasa?», gritó Lillian Vallone, siempre en el teléfono.
Las dos horas y media siguientes fueron para el matrimonio Vallone un auténtico
infierno. Miraron con estupor la televisión, buscaron noticias en vano,
rezaron al cielo para que un milagro hubiera mantenido a sus hijos con
vida. Y el milagro llegó. Sus dos hijos están bien.
Hursley Lever, jefe de mecánicos de la compañía ABN, se encontraba en
el segundo piso del sótano cuando el primer avión se estrelló contra
las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York. «Cuando sentí
la explosión decidí salir corriendo aunque no conocía la gravedad del
asunto. No sabía que era un avión que se había estrellado contra la
torre», dijo.
Este mecánico de 59 años explicó que logró subir por las escaleras
hasta el piso que estaba al nivel de la calle y cuando vio a los bomberos
caminar hacia él, les dijo que en el sótano dos había varias personas,
entre ellas sus compañeros Cruz y Delbianco. «Estaba horrorizado porque
mientras salía, en medio de una fuerte nube de humo, tenía que pasar por
debajo de algunos escombros, la puerta del frente ya no existía. En ese
momento comenzaba a derrumbarse el falso techo por la cantidad de agua que
estaba cayendo. Escuchamos una explosión y luego otra y el pánico se
apoderó de nosotros», dijo.
«PENSÉ QUE HABÍA MUERTO». Lever explicó que mientras corrían,
detonó otra explosión que los lanzó a unos 15 metros y él quedó
tendido en el suelo. «Sólo escuchaba muchos gritos y no podía
levantarme. Pensé: este es el día, este es el día de mi décimo
aniversario, este es el día de mi muerte, porque de repento se hizo el
silencio y no podía ver nada por el humo. De pronto alguien que iba
corriendo me pasó por encima y me di cuenta que no estaba muerto».
Luego relató que, en ese momento, un bombero pasó a su lado y decidió
agarrarse de su correa para que pudiera arrastrarlo fuera de peligro. «Me
agarré bien fuerte de este bombero que me gritaba que no me soltara y al
mismo tiempo yo agarraba a otras personas que encontraba en el suelo. Creo
que así pudimos salvarnos unas 20 personas que estábamos perdidas en la
nube de humo sin saber hacia dónde ir», relató.
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